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domingo, 12 de junio de 2011

Leyendas de la región de los tuxtlas


La cochina:

Se cuentan muchas historias de hombres machos y celosos, pero ésta historia que se difundió en San Andrés Tuxtla, es especial. Se dice que había un señor muy macho que no dejaba salir de su casa a su mujer, no quería que nadie la viera porque enseguida lo invadían los celos, temía ser la burla del pueblo, ponía especial cuidado en su reputación y no se arriesgaba a que su esposa anduviera en boca de todos. 
-“No tienes nada qué hacer allá afuera; tu 
trabajo está acá adentro, en la casa. Además, ¿para qué quieres salir? Vas a espantar a todos con esa cara de bruja”.- Así hablaba el hombre y su esposa nada más se reía porque él no estaba tan equivocado; la mujer tenía poderes de bruja y por las noches se convertía en cochina. En cuanto su marido se dormía, la vieja se transformaba y salía de la casa.
Todas las noches iba a pasear por el pueblo, tranquilamente, sin que su marido se enterara. Un día, a la 
mujer se le ocurrió entrar a merodear en la casa de un señor más gruñón que su marido; cuando el señor descubrió a la cochina, agarró el machete y le rebanó una nalga. La cochina salió corriendo y regresó a su casa muy asustada. 
A la mañana siguiente, el 
hombre descubrió que a su mujer le faltaba una nalga... “No sé –dijo la mujer- ni cuenta me di, pa’mí que alguien me embrujó”. El hombre salió a buscar ayuda y en el camino se encontró al señor gruñón, que era su amigo. Se saludaron y el hombre gruñón le contó al marido celoso lo que él nunca hubiera querido escuchar: “Anoche entró una cochina mañosa a mi casa y le rebané una nalga”. El marido celoso volvió corriendo a su casa, e iba decidido a golpear a su mujer. Llegó a su casa pegando de gritos, y cuando abrió la puerta, una cochina salió corriendo a toda velocidad; el marido buscó a su esposa pero nunca la encontró.

Los chaneques:

Según la voz náhuatl "ohuican", chaneque significa "los que habitan en lugares peligrosos". En general, estas criaturas eran dioses menores de la mitología mexicana prehispánica. En general, se creía que estos seres habitaban en los bosques o selvas y cuidaban de los manantiales, árboles y animales, por lo que eran una especie de guardianes. Otra de las características de los chaneques es que son muy "traviesos" pues suelen asustar a la gente, haciéndoles perder su tonalli¸ es decir, el espíritu asociado al día de su nacimiento, el cual tenía que recuperarse mediante un ritual o el individuo corría riesgo de muerte.
Según las crónicas de algunas personas que los han visto, los chanques tienen aspecto de niños y se les encuentra en el sureste de México, siendo personajes muy traviesos que juegan escondiendo las cosas a las personas, e incluso, se dice que cuando se aparecen a alguien, es para "perderlo" pues ocasionan desorientación y las personas parecen perdidas por un cierto tiempo. Algunos dicen que es mejor traer la ropa puesta al revés cuando se camina solo por el monte o la selva y así evitar que los chaneques te lleven.
Mientras que para algunos, las historias de los chaneques son sólo fantasía y forman parte de los mitos populares, otros que cuentan haberlo vivido estas criaturas son más que sólo cuentos y forman parte de sus recuerdos.

Los Líseres:

Una perfumada noche de luna creciente, nació una niña tan bonita que no parecía de este mundo, era hija de uno de mis abuelos de los más viejos, blanca, de piel de durazno color de azucena, lindos cabellos dorados y grandes ojos, raros como de almendras en que se reflejaban suaves y temblorosos pálidos rayitos de luna. Por eso la bautizaron: Rayo de Luna. Nunca en nuestra raza que es fea se había visto nada igual, de lejanas tierras venían a conocerla, a rendirle homenaje y le traían ofrendas y le cumplían mandas. Todo fue llegando a oídos del Gobernador, mis tatas recibieron órdenes de llevarla a los aposentos reales y allá fueron siguiendo a empenachados sacerdotes. Todos los que la vieron en el Templo se prendaron de ella por el halo de belleza y de virtud que la rodeaba. El sacerdote Gobernador dijo: "Vivirá con su familia un año más y luego vendrá a adorar a nuestros Dioses, creemos que es una Princesa Blanca. No permitiremos que traiga dificultades a nuestro pueblo". Mis tatas regresaron llorando muy tristes, llorando tanto, que el Dios de las aguas compadecido lloró con ellos, crecieron los ríos, se inundó la Ciudad, iban a perderse las cosechas de maíz, hierba de México y alimento del pueblo. Atemorizados por el desastre culparon a Rayo de Luna, la buscaban para el sacrificio, mis Tatas la escondieron y la llevaron por los montes en senderos ignorados. Cuando llegaron a la primera sabana del Volcán, oyeron grandes voces en Olmeca que ordenaba: regresen que nadie los molestará. En el umbral de su ranchito encontraron al gran Sacerdote disculpándose, llevaba traje de ceremonia, túnica escarlata, y penacho de plumas rojas y blancas, dijo que en acatamiento a la Princesa en aquella casita edificaría un templo. Todo esto sucedia porque el gran Tonatiuh con un soplo y con sus rayos detuvo las aguas y revivió las cosechas.Rayo de Luna era amada y propicia a los Dioses. Pasaron rodando varios años de felicidad, de abundancia y de paz, y la niña se convirtió en una real mujer, la más bonita de todas las mujeres. Pero como no hay nada seguro en este mundo, porque lo único seguro es la muerte, una tarde triste y nublada en que no se movía ni la hoja de un árbol, comenzó a respirar fuerte el Volcán de San Martín, a vomitar lumbre, lava y enormes piedras calientes, se estremecía la tierra como si tuviera las tercianas y se hacían grietas que se tragaban a las casas, a las gentes y a las bestias. La ceniza no dejaba ver a un metro de distancia, se creyó que era el fin del mundo. Asustados los sacerdotes buscaban a Rayo de Luna para sacrificarla y calmar a los Dioses. Y sucedió lo increíble. Como todos los animales de la montaña huían aterrorizados echaron abajo trozos de la muralla y el primero en entrar al pueblo fue un hermoso tigre Real -Ocelot- que se llevó a Rayo de Luna. Todos los vecinos lo vieron, la llevaba en las fauces suspendida del huipilli cuidadosamente, suavemente como hacen las gatas cuando cambian de lugar a sus gatitos. Ella iba feliz, paso a paso se dirigió el tigre a la montaña sin importarle la ira de los elementos, algunos guerreros valientes lo persiguieron entre el infierno de lava, lumbre y humo, Ocelot los ignoró. La deposito en lecho de flores en su cueva en el laberinto de las intrincadas selvas de las vertientes del Volcán. En ese momento vino la calma, dejó de temblar la tierra, volvió la tranquilidad a todos. La princesa había calmado a los Dioses con las rojas primicias de su amor. Como en ninguna otra época fueron galanas pacíficas e idílicas las verdes y suaves playuelas del Volcán de San Martín. Siguieron rodando muchos años más cuando el Dios estaba de humor volvía al pueblo convertido en Líser asustando a los vecinos que se apresuraban a esconder a los niños.

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